¿Qué hay por aquí?

03 junio 2011

El otro lado de la cama

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De pequeña solía leer (no recuerdo el título) un cuento sobre un anciando que, a oscuras con un quinqué, en camisón y gorro de dormir, salía de su casa a altas horas de la madrugada en las frías noches de invierno de la Inglaterra del siglo XIX. Salía de la cama, daba un paseo y volvía a ella, titiritando en silencio. Cuando la criada le preguntaba, perpleja, el por qué de esa costumbre, el anciano siempre respondía que para valorar la calidez del hogar y las mantas, era preciso no olvidar el frío y la inclemencia. 

Qué idiota me parecía aquel hombre cuando lo leía bien acurrucadita con la linterna bajo la manta, antes de dormir, en aquellos años en que mi mentalidad era más simple y solo era capaz de hacer una interpretación literal de los hechos.

Poco a poco, fui entendiendo que todo en la vida tiene su lado opuesto, que lo bueno siempre tiene su lado malo, y viceversa; que para disfrutar hay que saber que lo podrías pasar peor y que para pasarlo mal debes recordar que podrías pasarlo mejor pero yo, que solía ser de tonos grises, ni blanco ni negro, a día de hoy no logro el equilibrio. ¿Dónde está el límite diario de cambios anímicos para considerarse una persona mínimamente cuerda?


4 comentarios:

Angel Elías dijo...

Creo que no hay nadie cuerdo.... mis tonos grises siempre escapan para regresar mas imparciales, tu historia me gustó, felicidades. Me he acuclillado para soportar mejor el frío... y escuchar con interés tu relato

etcétera dijo...

Creo que eres una de las pocas personas con la conciencia no-fraccionada.
Como dice nuestro amigo N.-hay hombres algunos años más tristes que yo...

R. dijo...

¿Y quién quiere ser cuerdo en este mundo ya de por sí terriblemente cuerdo?

Si el hombre de tu cuento viviera hoy, mucho me temo que le habrían metido en el loquero hace tiempo por no estar "cuerdo".

Así que, en lo que a mí respecta, que le den por saco a la cordura. Como él, pienso salir a dar una vuelta en las frías noches de invierno y no olvidarme, así, de dónde vengo.

Un beso loco y tiritando

Unknown dijo...

Sin duda la pregunta que te planteas sobre el límite de los cambios anímicos... el ser mujer es algo que ya nos convierte en una bomba de relojería sin contar la complejidad del ser humano.

Hace mucho tiempo concluí -para dejar demasiadas comidas de cabeza, que no te niego que aparecen- que la cordura está directamente relacionada con la realidad, que el tener la imaginación justa es increíble porque eres una "rara avis" y que la vida con ésta era más excitante y llena de muchas opciones alternativas a las "usuales"... pero tener un pie dentro de la realidad y mirad del otro fuera de ella -como mucho uno entero- es lo mínimamente cuerdo lo malo es si tu cuerpo entero pasa al "lado oscuro".

En cuanto al cuento... siento no poder ayudarte pero siempre he dormido con el cuerpo dentro de la sábana calentito pero un pie fuera en lo frío.

Un saludo y gracias por darme el link donde poder descargar Malena (ahora ya no volveré a aguantar la cara de "persona no muy bien recibida" en la biblioteca en la que la cogí).

Pd. No te asustes, soy persona que da muchas vueltas cuando habla...espero me lo toleres ^^