¿Qué hay por aquí?

01 marzo 2011

Reticencia

Cada vez que siento la necesidad de escribir algo tengo el mismo dilema: ¿Dónde está el límite entre mi realidad y mi ficción? ¿Hasta dónde estoy dispuesta a mostrar mis pensamientos íntimos o mis situaciones personales? Y, si entran en juego segundas y terceras personas, ¿Cuándo es o no lícito hablar de ellas? ¿Cuál es el límite que separa la simple anécdota inofensiva de la exposición deliberada ante los ojos de curiosos desconocidos? ¿Cuándo la discreción deja de serlo para convertirse en ofensa?

Supongo que no hay respuesta correcta a ninguna de estas preguntas, por eso suelo pensar que cada persona asumirá el verse reflejada en mis letras como mejor sepa o pueda. Hay quienes son más comprensivos que otros, quienes disfrutan sabiendo que escribo sobre ell@s y también quienes se niegan en rotundo a que se sepa algo de sus vidas, aún cuando las camuflo con metáforas o recursos variados. Cuando se trata sólo de hablar de mí suelo llegar a buen consenso con mi intimidad pero, respecto a los demás, me resulta difícl mantener el grado de empatía adecuado.

Quizás pienso demasiado, en vez de actuar.